domingo, octubre 26, 2008

Miradas al espejo

No me canso de mirarme en el espejo. Estoy segura que si un extraño mirara mi cuerpo desnudo, no notaría que he tenido cáncer. Es increíble ver lo que los médicos hicieron con mi cuerpo: Las cicatrices están tan bien hechas y disimuladas que, a primera vista, no ves absolutamente nada. Por otra parte, la cantidad de tejido que retiraron fue insignificante: ni el tamaño ni la forma de mi seno cambiaron gran cosa.
Así que, aparte de las secuelas de la quimio que todavía siento:dolores musculares que a veces me hacen perder el aplomo, las uñas frágiles que se quiebran, mi cabello que crece lentamente pero que terminará por crecer, dos cicatrices que serán casi imperceptibles dentro de unos años -si no sufro una recaída- no quedará mucho más que el síndrome post traumático de una experiencia que no se la desea una a nadie.
Las secuelas son más bien de orden psicológico. Vivir con el permanente temor de una recaída no es gracioso. VIvir con dolores musculares que no parece que vayan a desaparecer, tampoco.
Pero vivir, así solito, es una gran oportunidad que no hay que despreciar. Algunas personas dicen que el cáncer es un gran regalo que te permite poner las cosas en perspectiva. En mi caso no fue así. Mi perspectiva de la vida no ha cambiado mucho.
Creo saber dónde está lo importante y donde no, creo que mi sistema de valores sigue siendo el mismo, talvez más sólido.
Pero claro, eso se debe a que ya había sufrido, entre otros, un primer gran golpe: el divorcio. Ese sí me golpeó con muchísima fuerza. Ese sí me dejó marcas para el resto de mi vida. Y también me permitió ajustar mi sistema de valores.
Del divorcio (no puedo decir "mi dvorcio", nunca lo he sentido mío, fue algo brutalmente impuesto, deliberadamente dirigido en mi contra, un golpe bajo y despiadado) aprendí que mis hijas son mi prioridad, que, aunque puedo vivir sin pareja, la vida a dos es mi estado natural, que me encanta la familia, que a las personas se les quiere por lo que son y no por lo que uno quiere que sean, que el desamor es voluntario, aunque muchos sostengan lo contrario, que la fidelidad es una prueba de entereza, que hay que ser honestos, muy honestos con nosotros mismos y con los demás.
Me miro al espejo y sonrío. Eso no me lo quita nadie. Nadie me quita mi sonrisa, ni mis ganas de vivir.
Y, claro, a todo esto debo agregar que lo mejor que me ha pasado ha sido encontrar a Edu. Un hombre que es capaz de vivir mi cáncer como si fuera suyo, que me ha empujado a alcanzar mis metas, que me quiere así como soy, cuyo sentido de la realidad me ha enseñado a desdramatizar, a reírme con él, a disfrutar pocitos de felicidad.
Me miro al espejo y me acepto. Digamos que estoy a la mitad de la vida y era difícil llegar hasta aquí sin cicatrices de guerra. Me gusta lo que veo, aunque no sea exactamente una modelo de revista. Bastante lejos de eso. Pero de todas formas nunca me propuse ser modelo de revista. Puedo mirar sin frustración las primeras arrugas, las primeras canas, la piel que empieza a deteriorarse. Puedo ver sin mayores preocupaciones mi celulitis y mis pecas.
Me sonrío a mi misma, y me repito las palabras de mi papá:"Nunca pasa nada".

2 comentarios:

Isabel Franco dijo...

Sí eres un modelo, Iris, un modelo de vida. Tu manera de afrontar esta y otras situaciones por tí misma relatadas así lo demuestran.
Coincido contigo en la reflexión sobre el cáncer, aunque a mí, a falta del divorcio, si me ha obligado a ubicar las cosas donde merecen estar.
Sobre el aspecto, creo que tu padre tenía razón. Vuelvo a coincidir, a mí también me gusta ahora, más que nunca, lo que veo en el espejo.
Un abrazo radioterápico desde España.
Isabel

Anónimo dijo...

Iris, eres una chica fuerte, se nota, optimista, se nota, y sobretodo especial. Para mí, el cáncer sí ha sido un regalo, ya que aunque tenía unos valores muy sólidos, me los ha recolocado, dando prioridad a lo realmente importante, enriquecerme de las experiencas que nos marcan. El divorcio que cuentas que viviste evidentemente debió ser traumático, pero hasta de eso se aprende, y seguro que eso dio paso a esa persona de la que hablas que vive tu cáncer como si fuera suyo.
Mucha fuerza y un abrazo gigantesco.