jueves, octubre 30, 2008

Llegamos a la mitad






Hoy se cumple la mitad del tratamiento de radioterapia. La sesión de esta mañana fue muy larga, pues me hicieron radiografías y la máquina sufrió algún problema. Mientras tanto, yo seguía sin poder moverme. Estuve así, en esa posición incomodísima casi una hora. El dolor de cuello y brazo se me hacían insoportables. Por fin, cuando todo acabó, sólo deseaba irme y me despedí rápidamente de las muchachas. Salí a la calle barrida por un viento helado. Las hojas secas se arremolinaban por todos lados y yo me cubrí lo mejor que pude con mi chaqueta de invierno y mi bufanda. Que ya llegó el frío.... demasiado temprano este año. A mí que no me hablen del calentamiento global que eso es una mentira que alguien ha tirado para hacer negocio. Calentamiento, ja!! Les dejo las fotos de la primera nevada, la de ayer. Y hoy estamos a 1 grado....
Espero poder sembrar mis tulipanes el fin de semana, si el suelo no se congela antes.

domingo, octubre 26, 2008

Miradas al espejo

No me canso de mirarme en el espejo. Estoy segura que si un extraño mirara mi cuerpo desnudo, no notaría que he tenido cáncer. Es increíble ver lo que los médicos hicieron con mi cuerpo: Las cicatrices están tan bien hechas y disimuladas que, a primera vista, no ves absolutamente nada. Por otra parte, la cantidad de tejido que retiraron fue insignificante: ni el tamaño ni la forma de mi seno cambiaron gran cosa.
Así que, aparte de las secuelas de la quimio que todavía siento:dolores musculares que a veces me hacen perder el aplomo, las uñas frágiles que se quiebran, mi cabello que crece lentamente pero que terminará por crecer, dos cicatrices que serán casi imperceptibles dentro de unos años -si no sufro una recaída- no quedará mucho más que el síndrome post traumático de una experiencia que no se la desea una a nadie.
Las secuelas son más bien de orden psicológico. Vivir con el permanente temor de una recaída no es gracioso. VIvir con dolores musculares que no parece que vayan a desaparecer, tampoco.
Pero vivir, así solito, es una gran oportunidad que no hay que despreciar. Algunas personas dicen que el cáncer es un gran regalo que te permite poner las cosas en perspectiva. En mi caso no fue así. Mi perspectiva de la vida no ha cambiado mucho.
Creo saber dónde está lo importante y donde no, creo que mi sistema de valores sigue siendo el mismo, talvez más sólido.
Pero claro, eso se debe a que ya había sufrido, entre otros, un primer gran golpe: el divorcio. Ese sí me golpeó con muchísima fuerza. Ese sí me dejó marcas para el resto de mi vida. Y también me permitió ajustar mi sistema de valores.
Del divorcio (no puedo decir "mi dvorcio", nunca lo he sentido mío, fue algo brutalmente impuesto, deliberadamente dirigido en mi contra, un golpe bajo y despiadado) aprendí que mis hijas son mi prioridad, que, aunque puedo vivir sin pareja, la vida a dos es mi estado natural, que me encanta la familia, que a las personas se les quiere por lo que son y no por lo que uno quiere que sean, que el desamor es voluntario, aunque muchos sostengan lo contrario, que la fidelidad es una prueba de entereza, que hay que ser honestos, muy honestos con nosotros mismos y con los demás.
Me miro al espejo y sonrío. Eso no me lo quita nadie. Nadie me quita mi sonrisa, ni mis ganas de vivir.
Y, claro, a todo esto debo agregar que lo mejor que me ha pasado ha sido encontrar a Edu. Un hombre que es capaz de vivir mi cáncer como si fuera suyo, que me ha empujado a alcanzar mis metas, que me quiere así como soy, cuyo sentido de la realidad me ha enseñado a desdramatizar, a reírme con él, a disfrutar pocitos de felicidad.
Me miro al espejo y me acepto. Digamos que estoy a la mitad de la vida y era difícil llegar hasta aquí sin cicatrices de guerra. Me gusta lo que veo, aunque no sea exactamente una modelo de revista. Bastante lejos de eso. Pero de todas formas nunca me propuse ser modelo de revista. Puedo mirar sin frustración las primeras arrugas, las primeras canas, la piel que empieza a deteriorarse. Puedo ver sin mayores preocupaciones mi celulitis y mis pecas.
Me sonrío a mi misma, y me repito las palabras de mi papá:"Nunca pasa nada".

sábado, octubre 25, 2008

Todavía nada!!

Mi piel ha respondido bien a la radioterapia. Llevo ya la tercera parte del tratamiento y mi piel está sana. Yo no sé si atribuírselo a mi piel o a la capa gorda de gel de aloe vera que uso todas las noches, sin permiso médico.
Empecé suavecito, poniendo unas cuantas gotas... pero me resulta una terapia agradable, antes de acostarme, embadurnarme las cicatrices y la piel toda de ese gel transparente que desaparece rápidamente.
Según los técnicos de radioterapia, no debo usar nada sobre la piel pues cualquier cosa que usa puede provocar irritación ...bueno, yo ya probé con la sábila y no pasa nada, así que me la vuelvo a poner...
Hoy trabajé la mañana en la tesis, y a mediodía pintando una pared. Hace frío afuera y llueve. Estoy llena de energía. A partir de la otra semana, Edu se irá para Chile tres semanas y yo tendré que ir sola a mis tratamientos. Bueno, al menos la ruta al hospital no es complicada.
Seguimos!

martes, octubre 21, 2008

4. Cuesta ser fiel!!

Me cuesta mucho ser fiel a lo que me propongo. Dije que escribiría un relato durante cada sesión de radioterapia y he faltado a mi palabra. No tengo excusa. Sólo que el tiempo no da. Tengo trabajo qué hacer, y tengo algunos otros compromisos morales: tomarle el pulso a Costa Rica, leer a Yoani Sánchez, hacer los mapas conceptuales de mi marco teórico, cuidar mis pericos y mis plantas, y -antes de que empiece el frío- visitar a los amigos, discutir con ellos la crisis mundial de la economía, llenarnos de sonrisas y palabras de aliento.
Habrá que comprar también algunas películas para pasar el invierno y algunas novelas. Tengo en mi carrito de Amazon la última de Gioconda Belli "El infinito en la palma de la mano", lo último de Angeles Mastretta quien tiene un maravilloso blog que se llama "Puerto Libre", y dos peliculitas que hay que volver a ver"El ciudadano Kayne" y "La lista de Schindler".
Preparo cuidadosamente el material que Edu deberá llevar a Chile, pues se ha ofrecido casi, casi voluntariamente a sustituirme, pues yo con esta bendita radioterapia, no puedo ir.
Durante tres semanas no estará conmigo para acompañarme al hospital todos los días, y tendré que manejar solita en la oscuridad de las seis y media de la madrugada, y venirme cuando Dios quiera, porque a las sesiones de radioterapia uno sabe a qué horas llega pero no sabe a qué horas sale. Todavía mi piel se siente sana. No he empezado a quemarme. Pero ya se los dije: si empiezo a sentir una mínima molestia, me meto mi sábila y ya!!
Ya pasaron ocho sesiones. Nos quedan sólo veintidós (me encanta mi optimismo, jejeje)

jueves, octubre 16, 2008

3. Cómo el primer beso...




Ayer estuve con el ánimo por el suelo hasta que me fui a mi sesión de entrenamiento de ping pong. "Triste, triste, triste, con tristeza tal, que mi cara mustia, deja ver mi angustia como si fuera de cristal" Creo que es de Amado Nervo y expresa bastante bien mi estado del alma ayer. Hasta que fui a mis dos horas de ping pong. Charlie, mi robopong,programado ayer para hacerme mover de izquierda a derecha, rápido, golpe derecho, reverso, derecho reverso, salta, muévete, fuerza, golpea, duro, rebote, zaz, dále!! Nada mejor para desatar una buena dosis de adrenalina que eliminó la tristeza y ya de vuelta a casa, viendo la luna, me volvió la sonrisa..Todo eso para decir que me levanté tarde, y tuve que correr para llegar a radiooncología a las siete y media, debajo de una lluvia a 11 grados.
Estaba de buen humor y dispuesta a empezar mi relato, que trataría de mi primer beso. Mientras escuchaba la frase de todos los días: "Ne bougez pas, madame Perez".. sonreía recordando el momento: él estaba en su bicicleta azul desvencijada, yo en mi flamante bicicleta americana, casi nueva, el moreno y trabajador, yo, la chiquitica de la casa, sonriente y torpe....
Por ahí iba cuando zaz!! una de las estudiantes que estaba haciendo su práctica de radioterapia, pinchó sin querer el cojín que mantiene mi cuerpo atrapado en una misma posición que no debe cambiar ni en un milímetro... Buscar un inflador, un parche, todo el mundo corriendo a mi alrededor diciendo: "ne bougez pas", "ne bougez pas",
y claro... se me fue la inspiración....
Así inmovil había quedado yo, después que él, todavía montado en su bicicleta y yo en la mía, salió pedaleando a toda velocidad, dejándome la sensación de sus labios húmedos sobre los míos....

martes, octubre 14, 2008

Un ensayo...

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3. Profesoras

Hoy me fue más difícil concentrarme en mi relato. Por alguna misteriosa razón estaba demasiado consciente de la máquina, sus ruidos, sus luces rojas y sus movimientos.  Justo antes de entrar al salón donde me tuestan, me topé de frente con la mujer que recibe tratamiento antes que yo.  Una mujer sesentona de hermosa sonrisa y maquillaje impecable. Me miró y me preguntó: "cuál es su nombre, porque lo escucho en el altavoz y no estoy segura de comprenderlo".  Yo le contesté con la respuesta que tengo preparada para esa pregunta que me repiten mucho: "Iris, como la flor". (Debo explicar que "iris" como nombre de persona, no existe en francés.  Y es mucho menos comprensible como nombre de mujer, porque la flor "iris" tiene nombre masculino.  Es como si me llamara yo en español "lirio" o "anturio").  
Me sonrió y me dijo: "yo también tengo nombre de flor, me llamo Margarita".
Le sonreí yo también y sólo alcancé a decir: "bueno, juntas somos el jardín de las siete de la mañana".
Pero su sonrisa me hizo pensar en la Tía Tecla.  La tía Tecla era nuestra profesora de mecanografía en la secundaria.  Tenía una sonrisa muy bonita y una disciplina demoledora.  Yo le tenía miedo.  Era demasiado exigente para mi gusto. 
Tenía un delirio por la perfección y consideraba que debía ser una cualidad personal de todos los seres humanos.  Quería que todos aprendiéramos a escribir rápido y bien.  Ahora se lo agradezco.  Hace ya mucho tiempo que se lo agradezco. Sin embargo, mientras fui su alumna le guardaba cierto rencor desde el día que mi compañera de al lado se orinó en clase por la tensión que ella provocaba.  Logró que Mari se sintiera humillada y esa es una de las cosas que no puedo perdonar.  Nadie tiene derecho a humillar a otra persona. 
Aún con sus exigencias, la tensión que provocaba en clase, la incapacidad para tolerar los errores de los demás, era una buena persona, con una linda sonrisa.  
Dentro de mis profesoras, ha habido gente con lindas cualidades:  Me acuerdo de Vicky, profesora de estudios sociales que era como una mamá.  Era capaz de percibir los problemas en los ojos de los adolescentes que éramos y buscaba el tiempo para escarbar un ratito el asunto y determinar si era grave o no, si había que intervenir  y cuál era la mejor manera de hacerlo.  Era discreta y cariñosa.
Marielos en cambio, tenía un bozarrón de tormenta y nos incitaba a hacer análisis literarios sin mucha  guía, pero con un enorme deseo de hacernos pensar, discutir, elaborar argumentos.
Su cigarrillo inseparable y sus  pasos fuertes y seguros, me guiaron en el descubrimiento de autores diversos:  Donoso, García Márquez, Guillén, Machado.  Más que leerlos , para ella había que pensarlos.  Y hacerse una idea general de sus estilos, sus influencias, sus temas favoritos.
No fue tan fértil la influencia de mis profesoras de Inglés.  Recuerdo a Angela y Ana, como dos buenas docentes, organizadas y dedicadas, pero que no marcaron mi vida.  La marcó mucho más una profesora de inglés que tuvimos de paso -tan de paso que no recuerdo ni su nombre-, que hablaba su inglés con un acento centroamericano fuerte y espantoso.  Era de origen muy humilde la profe.  Y se convirtió en el blanco de burlas de mis compañeros de clase, de los cuales muchos hablaban inglés con bastante fluidez.  Se reían de ella, la obligaban a expresarse en su inglés tosco para soltarle la carcajada en la cara.  Un día la hicieron llorar y nunca más volvió.  No supe qué fue de ella.  



viernes, octubre 10, 2008

2. Mi escuela primaria

Mientras la máquina de rayos daba vuelta sobre mi cabeza, me acordé de los seis años que pasé en la Moya.  Así llamábamos simplemente a la escuela Rafael Moya, centro educativo de niñas en el centro de la provincia de Heredia.
Para la época en que inicié mi primer grado, la sede ya estaba al costado sur del estadio, frente a lo que fue la Plaza de chanchos y que se convirtió más tarde en el Palacio de los Deportes.
Su infraestructura era la típica de los años setenta:  dos pabellones de aulas de bloques de cemento, con sendos corredores y un patio de recreo inmenso.
La entrada a clases era genial:  unas semanas antes íbamos a comprar el bulto (de cuero crudo, pesado y labrado, que olía a eso, a cuero y que tenía una agarradera tosca que te sacaba ampollas en las manos), los cuadernos y los lápices. Esto último no era muy difícil, sólo había un tipo de cuadernos y los mejores lapiceros eran BIC, con tapa redondeada.  Una cartuchera, una regla, un par de lápices y una maquinilla.  Tres tardes completas para forrar los  cuadernos con papel de regalo que aplanchábamos para que no se notara que era usado, y plástico para que duraran todo el año.
El primer día de clase, con todo ese olor a nuevo, era la asamblea en el patio, cantábamos el himno nacional, el himno de la escuela, escuchábamos dos o tres reflexiones, soportábamos el sol de marzo sobre nuestras cabezas con la frente perlada de sudor y las manos inquietas acariciando el uniforme recién comprado:  zapatos negros, medias azules hasta la rodilla, falda azul con paletones , camisa blanca inmaculada y pañoleta azul sobre los hombros.
Luego nos íbamos a nuestras respectivas aulas, con las compañeras que fueron las mismas durante toda la primaria.  De esa relación de seis años, hay lazos que perduran hasta hoy y le doy gracias a Dios por eso.  
Divinia, Mina, las dos María Luisas, Fiorella, Carolina, Maritza, Zaritza, Socorro, las dos Marielos, Xenia, Grace, Ana Virginia, son algunas de las que me acuerdo con mucha claridad.  Todas vivíamos relativamente ceca, conocíamos las casas de las demás,  hacíamos juntas el camino hasta la escuela y jugábamos después de clases en alguna de las casas o en el parque.
La Niña Ligia era la directora.  Una mujer grande (o mis ojos la veían grande desde mi pequeñez?) a quien le gustaba entrar a la clase todos los días y saludarnos para ver cómo andaba la cosa... 
Esa simple tarea de supervisión, muchos directores de escuela no la hacen ahora... y es una lástima.
La Niña Pilar fue nuestra maestra de grado durante los seis años. Una agradable solterona, a quien le debo mi gusto por la poesía y las letras.  Ella me enseñó a declamar "Los motivos del Lobo", "La parábola", algunos versos de Gabriela Mistral y de José Martí.  
Con ella escribí mis primeros versos y leí mis primeros libros.  Ciertamente nunca aprendí a dividir con ella, pero las bases matemáticas nunca me interesaron mucho.   "Platero y yo", "Mujercitas", "Hombrecitos", "Aventuras de los ocho primos",  "Heidi", casi todas las obras de Julio Verne, fueron mis primeras lecturas.
Ya había aprendido a leer antes de entrar a la escuela, y nunca, pero nunca más me ha faltado un libro entre las manos.   Y claro, mientras yo leía en los recreos, las compañeras jugaban jackses
o elástico, o quedó esquinero.   A veces me interrumpían mi lectura para que fuera a jugar con ellas y yo accedía de mala gana.
Tenía una ortografía algo descuidada.  Y la manera de corregirla era muy sencilla.  Al final de la tarea, la Niña Pilar escribía correctamente las palabras que yo había escrito mal, y le ponía de seguido tantas equis como veces había que repetirla.  Generalmente, entre cuatro y seis veces, y si la falta era muy grave, hasta diez.
Fui feliz yendo a la escuela.  Curiosamente, recuerdo más los momentos de recreo que las clases.
Era un universo femenino y seguro.  Aprendí medianamente en ella, a cocinar y a cantar.  Aprendî mal a pegar botones, bordar y resolver problemas básicos de matemática.  Aprendí las tablas de multiplicar de memoria.  También a tocar piano, tambor y lira.  A declamar y escribir versos. Aprendí la letra de los himnos de todos los países de centroamérica,  de la independencia, y otros más.
Leí mucho.  Jugué mucho.  Tuve amigas y las tengo.  Recuerdo ese universo con cariño y nostalgia.

jueves, octubre 09, 2008

1. De pieles y cosas


Hoy fue mi primera sesión de radioterapia. Decididamente, lo más incómodo es saber que no te podés mover ni un pelito.  Eso me recuerda cuando jugábamos "un, dos, tres queso" y había que quedarse como una momia!! (No sé si en toda América latina se conoce ese juego, pero los ticos de mi generación lo recordarán sin duda).

Pensé entonces, que debía fugarme mentalmente.  Se me ocurrió que cada sesión de radio, será una maravillosa oportunidad para recordar a una persona o a un sitio en particular.  
Tendrán que leer entonces, a partir de hoy, 30 relatos.  

Y escogí de primero a mi papá.  No me pregunten porqué.  Solamente sé que es una de las personas que más extraño en este momento.

Los primeros recuerdos que tengo de mi papá tienen que ver con su regreso a casa.  Papi trabajaba mucho.  Lo sé porque su regreso siempre era muy importante.  Al menos, era muy importante para mami, y ella me ha enseñado casi todas las cosas importantes que sé.  
Una de esas era la importancia de la llegada de mi papá.  A las cinco de la tarde, hiciera calor o frío, lloviera o no, había que lavarse la cara, ponerse la sweter, peinarse, y esperar "porque ya viene su papá".  A veces,  su llegada interrumpía un genial juego de cuerda, una apasionada partida de dominó, una sesión de barbies -que siempre vivían en apartamento y fumaban como chimeneas-.

Papi llegaba siempre.  En una época, venía de lejos.  Había decidido dedicarse a la importación de autobuses.  La importación de aquellos primeros "bluebirds" significaba que se iba con algunos amigos a Estados Unidos, compraban los buses y se los traían por tierra, cada uno manejando un autobús en fila india, cruzando los desiertos de México y las carreteras de todo centroamérica, para llegar a casa, tres semanas después, cansados, barbudos y sucios, sin haber dormido ni comido lo suficiente.

Una de los privilegios de ser la menor de la casa, "la chiquitica", es que siempre terminaba en sus brazos, largo rato.  Todos los demás se lanzaban a saludarlo, y yo esperaba en un rincón... mi momento era después del de todos los demás... y era más largo, y más dulce.  Valía la pena esperar.

En otra época, cuando montó su propio negocio de repuestos para autos, esperábamos su llegada después de las horas de oficina...y cenábamos todos juntos.  Era tan importante mi papá que tenía lugar fijo en la cabecera de la mesa -todavía lo tiene-,  tenía derecho al mejor bistec, a mantel siempre limpio, y a la atención de mi mamá durante la cena, que escuchaba su voz fuerte mirándolo a los ojos...

Los viernes era diferente.  Papi salía con los amigos y venía oliendo a licor.  Su corazón se ponía más tierno entonces, ponía música de la Sonora Santanera, corría la mesa y las sillas y sacaba a mami a bailar en el espacio chiquito que quedaba.  También me alzaba y bailaba conmigo.  Y yo aprendí que los hombres que huelen a licor tienen el corazón suavecito.  Eso me puso en situaciones peligrosas en mi adolescencia.  Tocar a mi papá era muy importante para mi.  Yo acariciaba sus brazos con frecuencia, me acostaba  entre sus piernas a ver televisión y pasaba mi manita sobre la barba áspera de varios días.  Le debo a esa cercanía los más dulces recuerdos. De esa intimidad aprendí a lo que tiene que oler un hombre.  Un hombre tiene que oler a café y a tabaco cubano.  A colonia y a orden.  Un hombre tiene que mirarte a los ojos y sonreír.

Mi papá reflexiona en voz alta.  Y dice frases que tienen una importancia fundamental.  Me invitaba a ver cómo el sol se ponía la piyama y pasábamos juntos viendo el atardecer en la playa.
De él aprendí que en la vida "nunca pasa nada", que "el hombre más feliz del mundo no tiene camisa", que "todo hay que ponerlo en perspectiva".  Que si lo que te parece un problema, no lo será dentro de 20 años, no hay que dedicarle demasiada atención.  Que si el dinero  no alcanza, sólo hay dos maneras de enfrentarlo: o se reducen los gastos o se aumentan los ingresos.  Que el trabajo dignifica;  que hay que hacer todo "despacio y con buena letra", que si un hombre te hace sufrir no es el único que existe en esta tierra.  Que el tiempo es oro, que las cosas tienen su lugar, que hay que disfrutar de lo que se tiene y compartirlo. Que una reunión familiar es una ceremonia que merece los mejores discursos, que los chistes y sobremesas en familia son una hermosa oportunidad, que los rituales tienen una razón de ser para quien los inventa.

También me enseñó que todas las cosas tienen un significado: exactamente ése que queramos darle.  Y mi papá siempre ha estado rodeado de cosas: antiguedades, relojes, radios, instrumentos musicales, piezas de automovil, automóviles, monedas de todos los países, revistas, libros, candelas,  adornos de porcelana, de cerámica, de madera, de hueso, imágenes de santos, de vírgenes, de dioses orientales y occidentales, de fotografías, de cuadros, de cajas de madera, de cartón o de metal, conteniendo piedras o palos, semillas u hojas de árboles, nidos o flores secas, botones, pastillas o chocolates.    De él heredé seguramente mi irresistible atracción por los baúles, o las cajas tupper ware.   Y así como se rodea de cosas, está también dispuesto a regalarlas.  Generalmente, se inventa una solemne e íntima ceremonia íntima con el privilegiado que recibirá de sus manos, ya sea una moneda o un confite.  El te lo regala y sonríe.  Y así ha sido desde que recuerdo.

¡Cómo quisiera estar con él en este momento, tomados de la mano!!  ¡Cómo quisiera  estar a su lado y que me diera ahora la certeza de que "nunca pasa nada" !!.

domingo, octubre 05, 2008

Los colores del otoño

Inexorablemente, se acerca el frío.  Los colores del otoño están más bellos que nunca (eso digo todos los años, y todos los años es verdad).
Les dejo un sitio para que los vean:

La terrasa está ya barnizada, los jardines requieren aún algunas manañas de trabajo, guardamos las sillas del jardin y el BBQ. Nos esperan unos cinco o seis meses de frío, que empieza estos días con vientos fuertes. Estamos a unos cinco grados centigrados, siete máximo durante el día.
Como preparación a la radioterapia, me marcaron con tinta china roja y azul por todos lados. Me hicieron una simulación de lo que serán las sesiones que tendré todos los días a partir del próximo 9 de octubre durante seis semanas.
La peor parte es cuando te insisten en que no puedes moverte.... me siento com atrapada, sin poder pestañear siquiera!! Yo que tenía prearada mi planta de aloe para el tratamiento de la radio... y la técnica fue categórica: no se ponga nada en la piel !! Nada!! ni jabón siquiera!! Y yo con la fe que le tengo a mi planta...
Vamos a tener que hacer un compromiso: Yo no me meto nada, mientras no sienta que me hace falta. Pero a la menor sensación de que la piel se quema, me meto mi sábila y que se aguanten los médicos!!

Tengo que trabajar fuerte en la tesis: Tengo exactamente dos meses y 3 semanas para terminar los capítulos 1, 2 y 3. Así que me voy a escribir.
Se les quiere a todos!!