miércoles, abril 27, 2005

La gorda burocracia

Sigue nuestra peripecia con la gorda burocracia. No se deja seducir, nos eructa como si fuésemos un pedazo de pizza hedionda a queso y embutidos. Está ahí; su cuerpo inmenso abarca el continente entero.

Dicen los funcionarios de aquél país, que no me pueden dar un permiso de estudios. No me lo pueden dar porque voy con mis hijas que no tienen permiso de estudios. Ellas no tienen permiso de estudios porque no han sido matriculadas en ninguna escuela. No han sido matriculadas en ninguna escuela porque la fecha de matrícula no ha empezado allá y además no han terminado aquí su año escolar.

Entonces lo intento de otra manera: Solicito que me den a mí el permiso de estudios y a ellas visas de turismo, mientras arreglo lo de la matrícula. Los funcionarios fríos dicen que no se puede porque ya ellos saben que las niñas van a estudiar y no van a turistear... Ah bueno, digo yo.

Otro pero: Se debe presentar un documento donde ambos padres de las niñas ceden la guarda crianza a un tercero. Que en este caso sería mi esposo. Y yo pregunto: Y por qué voy a ceder la guarda crianza si yo voy con ellas? Más bien, ellas van conmigo... Nadie me sabe responder...

La gorda, ni me mira, da media vuelta como si yo le estorbara y sigue como si tal cosa echada como una cerda.... No me escucha. Ahora seguiré la táctica del mosquito: Ayer empecé la lluvia de faxes, e-mails y correos electrónicos a cuanto funcionario tuvo la gentiliza de dar un dato para que yo lo utilice. Alguno tendrá que escucharme.... voy a molestar tanto a la gorda que tendrá que hacer algo para que yo no le zumbe más en el oído... El riesgo es que me aplaste de un manotazo....Pero eso no va a suceder.

Acabo de pasar de las pilas bajas, a la furia....


Mientras tanto, los tres pasaportes están retenidos en Guatemala.


¿Se dan cuenta?

viernes, abril 08, 2005

Ya hace un mes de la partida

Eduardo se ha ido hace ya más de un mes.
Es ahora una situacion incómoda, la lejanía, la distancia, la soledad.
Hemos tenido altos y bajos -bastante más bajos que altos- a decir verdad, y lo único que nos consuela es saber que es temporal.
Eso mismo me dijo Nuria en la oficina esta semana: "No estés triste. Al menos vos sabés que lo volverás a ver". Ella quedó viuda hace poco más de un año.
Copio el ultimo poema que le he escrito:

Hoy hace calor.
Un calor húmedo, pegajoso, derretido en gotitas sobre la piel cansada.
Hoy hace calor hasta para hablar. Se deshace el "te quiero" entre los labios y se confunde con las lágrimas que ruedan calientes por las mejillas encendidas.
Hoy no puedo decirte que te extraño. Porque los ojos duelen ante la luz intensa del sol implacable y no me dejan ni siquiera percibir el fantasma de tu ausencia, que se desdibuja entre los vahos que suben desde la calle húmeda del barrio.
No estás aquí. Eso está claro. Si estuvieras aquí reconocería el olor de tu piel sudorosa a mi lado, tu invitación al beso fresco bajo la ducha, tu pelo chorreando sobre mis mejillas.
Si estuvieras aquí, tomarías mi mano para contemplar el jardín que regaríamos juntos. Si estuvieras aquí, juntos espantaríamos el sopor estrellando los zancudos contra las paredes, en una fiesta de risas y zapatos.
Si estuvieras aquí el calor sería una ceremonia...
Si estuvieras aquí, no importaría ni el calor, ni el sopor, ni el cansancio, ni los problemas.
Si estuvieras, no habría calor,
Ni lágrimas.


Las costumbres que habíamos desarrollado en la casaa van cambiando. Se ha vendido el carro, hemos cambiado los platillos que solíamos comer. Las largas horas de trabajo frente a la computadora, son ahora huecos llenos de una soledad inmensa. Nadie para comentar las noticias del día, nadie para pensar en voz alta o solamente para saber que hay alguien trabajando a tu lado, aunque no se hable.
Las chicas lo extrañan en cosas más prácticas que yo: les hace falta su gusto por la cocina, su manía de ordenar las cosas, su "estar pendiente".

Ni modo. Ya volveremos a ser una familia otra vez.

Por ahora, me mantiene ocupada y preocupada la alergia de Rebeca. La ha atacado con furia y es desesperante. No hay médico ni medicina que logre dar fin a la crisis, que ya no es crisis sino permanente. Hoy por la tarde, la ha visto el inmunólogo. Y después de hacerle un análisis detallado le ha dicho: "Hagamos un trato: yo te pido que me regalés cuatro meses sin piercings.
Después de esos cuatro meses, vos decidirás si te los volvés a poner".
Parece que el último que se hizo en la lengua emana niquel que es sumamente tóxico. Bueno, ya veremos si acepta el reto y si el médico tiene razón. Salió del consultorio furiosa. No supe si consigo misma, con el médico, con la alergia o con la situación.

Bendita adolescencia. Ya pasará y también la extrañaremos.