sábado, septiembre 12, 2009

Terremoto emocional

El miércoles pasado, a eso de las 3 de la tarde, nos subimos al auto y recorrimos en hora y media el trayecto para llegar al hospital de J. Nos esperaba en el corredor del quinto piso, nuestra amiga M, la mujer de P. Nos contó que su marido fue recibido desde el lunes en cuidados paliativos. El cáncer del pulmón le está ganando la batalla y vaticinan los médicos que no vivirá más de un mes. Entramos a la habitación y lo encontramos dispuesto a recibirnos: se levantó de la cama, se puso su bata de casa y se sentó con nosotros, en sendos sillones que nos permitían mirarnos unos a otros e intercambiar nerviosamente algunos comentarios.
P se está muriendo. Lo está matando el cáncer. El fue uno de los mejores amigos de Edu y un compañero de trabajo increíble. Entre comentarios y frases, Edu pudo agradecerle por haberle enseñado a ser una mejor persona y por los momentos de complicidad y disfrute que tuvieron durante los años que trabajaron juntos.
Yo recibí tranquilamente sus miradas inquisidoras, que me parece que decían.... "me alegro de que vos estés bien" "Qué bueno que a vos todo te resultó...".
Fue un extraño encuentro necesario. Pude darle un beso y decirle que lo extrañaremos.
Y como una cadena de situaciones inesperadas, ayer asistimos a una sala velatoria a despedir a la madre de Sylvie, que murió ya ancianita. Me alegré de ser casi la más joven de todos los asistentes que pasaban con mucho la cincuentena. Mientras esperábamos que iniciara la ceremonia religiosa, salimos a caminar por el hermoso cementerio de Cote des Neiges. Encontramos una viejita, de ochenta y pico de años que nos contó su historia, dulcemente. Había dejado su alejado pueblo natal a los 19 años para venir a Montreal a buscar trabajo y ayudar a su familia de 14 hermanos.
Muchos murieron a corta edad. Quedaron seis, que poco a poco la fueron encontrando en la ciudad, consiguieron trabajo e hicieron sus vidas. La viejita estaba agradecida con Dios y con la vida. Tiene cuatro hijos, 6 nietos y 5 bisnietos, que la complacen con su visita en Pascuas, Navidad y Año Nuevo. Como su vista se ha ido apagando poco a poco y vive sola, tiene una casa adaptada a sus necesidades: un aparato que le permite ampliar las imágenes del televisor, otro que es como una gran lupa iluminada que le permite leer. El horno y los fuegos de la cocina están adaptados a una temperatura adecuada para impedir quemaduras y tiene señales táctiles para localizar elementos indispensables. El Estado la provee de servicio de transporte cuando lo requiere y ella solo tiene que llamar para que le manden un carro que la lleva donde quiera. Una vez cada quince días recibe la visita de una trabajadora social que está pendiente de sus necesidades y verifica que se alimente como debe y que está siendo atendida por sus familiares. Tiene derecho a estas atenciones porque ha decidido vivir sola y no quiere terminar sus días en un hogar de viejitos. Y el sistema comprende y se adapta. Y le adapta la vida para que su voluntad sea respetada.
Ha sido una semana de encuentros entre la vida y la muerte. Y todo lo que tiene que ver con la dignidad. Mi alma se mueve entre los dos terrenos y provoca la presencia perenne de dos lagrimones en mis ojos.
Si no fuera porque la quimioterapia provocó mi abrupta menopausia, diría que estoy sensible debido al SPM.
Es todo. Vivimos todos los días y nos vamos muriendo todos los días. Unos más rápido que otros, unos mejor preparados que otros. Es todo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

RECAPITULACIÓN

Yo he vivido mi vida: si fue larga o fue corta,
si fue alegre o fue triste, ya casi no me importa.
Y aquí estoy, esperando. No sé bien lo que espero,
si el amor o la muerte, -lo que pase primero-.

Algo tuve algún día; lo perdí de algún modo,
y me dará lo mismo cuando lo pierda todo.
Pero no me lamento de mi mala fortuna,
pues me queda un palacio de cristal en la Luna,
y por andar errante, por vivir el momento,
son tan buenos amigos mi corazón y el viento.

Por eso y otras cosas, me deja indiferente,
aquí, allá y dondequiera, lo que diga la gente.
-¿Trampas?- Pues sí, hice algunas;
pero, mal jugador, yo perdí más que nadie
con mis trampas de amor.

-¿Pecados?- Sí, aunque leves, de esos que Dios perdona,
porque, a pesar de todo, Dios no es mala persona.
-¿Mentiras?- Dije muchas, y de bello artificio,
pero que en un poeta son cosas del oficio.
Y en los casos dudosos, si hice bien o hice mal,
ya arreglaremos cuentas en el Juicio Final.

Eso es todo. He vivido.
La vida que me queda puede tener dos caras,
igual que una moneda: una que es de oro puro
-la cara del pasado- y otra, la del presente
-que es de plomo dorado-.

Por lo demás, ya es tarde; pero no tengo prisa,
y esperaré la muerte con mi mejor sonrisa,
Y seguiré viviendo de la misma manera,
que es vivir cada instante como una vida entera,
mientras siguen andando, de un modo parecido,
los hombres con el tiempo y el tiempo hacia el olvido.

Jose Luis Buesa - Poeta

Soledad dijo...

Que dificil resulta siempre sentir la muerte de cerca, nos hace pensar...

Me gusto mucho el poema Jose.

Besos.