Me mira a los ojos!

Desde ayer tengo miedo.  Más que miedo, es una aprehensión.  El sábado pasado murió Salomón.  Él había recibido su diagnóstico de cáncer al mismo tiempo que yo... y se murió el sábado.  El domingo murió Gema, también de cáncer.  Hasta hace unas semanas era una compañera de trabajo, que estaba hombro a hombro con nosotros.

No me gusta que la muerte me merodee, que me ande tan cerquita, y menos aún que venga de la mano de la palabra cáncer.  

Mejor que se vaya.  Mejor que me deje continuar con la impresión de que el cáncer es como una gripe que se cura.  Así me gusta verlo. Ves?  Ya está terminando, ya se están acabando los tratamientos, ya volvió el pelo y las pestañas, las cicatrices ya casi no se ven, ya puede pasar a ser un recuerdo...

Hasta el día de hoy, mis encuentros con la muerte han sido siempre dulces:  mis abuelos murieron como mueren los abuelos, mi papá murió como quiso morir, mis tías abuelas vivieron hasta casi los cien años y todavía sonreían cuando se fueron... así que hasta ahora, ella y yo nos hemos visto la cara, nos sonreímos como personas educadas y nos saludamos de beso... y yo quiero que siga siendo así.