lunes, enero 17, 2005

Trámites

Vivimos en un mundo de papeles.

Y parece mentira lo que hay que demostrarles a los funcionarios para que te crean.
El papeleo de nuestro viaje tendrá ya, al menos, unos seis meses, y eso que apenas comienza.

¿Han pensado ustedes lo absurdo que resulta una constancia de nacimiento? Yo misma, vivita y con un cuerpo mortal, debo pedirle a otro que escriba en un papel que he nacido, que tengo madre y padre, que estoy viva. ¿No es suficiente mi presencia y mi palabra?

No. No será nunca suficiente.

Así, tuvimos que empezar diciendo -más que decir, demostrar- que somos personas con ciertas experiencias de vida, con algunos estudios, con inquietudes y motivaciones, y luego llevárselo todo a una traductora de gafas horribles y santos en las paredes, para que ella certificara lo mismo, en francés. Y luego mandar todos esos papeles y esperar a que te crean.

No deja de sentirse una un poquito culpable. No por estar mintiendo, sino por decir las cosas como ellos esperan que uno las diga, aunque no sean la verdad. Es que no podés hablar con nadie. Si llamás por teléfono, te sale una máquina que te refiere a un sitio web. Y si vas al sitio web, te dan unas instrucciones detalladas, pero que no contemplan tu caso, porque es diferente a la generalidad. Y entonces hay que acomodar la verdad a las opciones que te dan los formularios, y ya eso es un poquito mentir...

Las fronteras son otro sinrazón. Para poder irnos debemos demostrar -mi esposo y yo- que nos queremos, que nos conocimos hace años, que hemos compartido nuestra vida (preguntas tan personales como si sus padres y hermanos estuvieron presentes el día de nuestro compromiso..). También debemos demostrar que no somos delincuentes, que nos ganamos la vida honradamente, que nuestras hijas son nuestras hijas y que las queremos. También debemos demostrar que estamos sanos y que no seremos una carga para el Estado... Si todo esto se lo pidieran a todos los ciudadanos, no habría posibilidad de habitar ninguna tierra en el planeta...

La experiencia más ingrata hasta ahora, la vivimos en la Embajada. Primero, si llamás por teléfono para pedir una cita, no hay quien te la de. El servicio de atención al público es sólamente por las mañanas y no se atiende el día miércoles. Cuando la maquinita te diga que tu llamada es muy importante para ellos, no le creás. Si es un servicio al público, ¿porqué lo brindan menos de 20 horas a la semana? Nos aventuramos y nos fuimos. Faltaban 10 minutos para cerrar y ya eso constituyó una falta. A la entrada, te recibe un oficial que registra tus cosas como si fueras a poner una bomba, te da unas fichas, te obliga a apagar el celular y te lo quita, y te sientas a esperar. Una vez que te atienden, empieza lo terrible. Las funcionarias creen que porque sos de este tercer mundo, ellas tienen una posición privilegiada y te tratan como si fueras inferior. Probablemente la tengan. Pero eso a mi no me importa.
Todo eso para decirme que no puedo presentar los papeles que he estado llenando desde hace semanas, porque ella no se encarga de eso. Que los tengo que mandar por correo certificado a otro país -que no es ni el nuestro, ni al que vamos-. Sigo pensando que es absurdo, pero que debo seguir las reglas del juego.
Eso mismo dijo el médico cuando nos examinó: Los análisis yo mismo debo mandarlos a otro país (que no es ninguno de los tres que ya llevamos)- usted no puede tener copia. Ahhh bueno... dije yo.
Todavía estamos esperando que los trámites vayan saliendo bien. Tenemos apenas algunos resultados preliminares: La aceptación de la universidad, la beca de estudios. Todavía nos faltan muchas cosas: los permisos de estudiantes, las residencias. Iremos viendo cómo la burocracia hace lentamente la digestión de los papeles que ya le dimos... Mientras tanto, a rezar y a esperar que no nos hayamos equivocado en nada...

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