domingo, octubre 07, 2012

Los patrones JCPenney y Burda

Yo creo en los signos inexorables del tiempo que pasa.  Ayer, mientras disfrutábamos de los primeros platos del otoño cocinados a lo largo del día en la olla de fuego lento, nos pusimos a recordar escenas del pasado. Y fue el golpeteo de las gotas gordas en el vidrio de la ventana, que trajo a mi memoria uno de esos recuerdos anodinos pero que nos marcan para siempre.  Podía yo tener cualquier edad entre los siete y los nueve años y voy con mi mamá sentada en la cazadora que nos lleva de Heredia a San José.  En ese tiempo el viaje dura veinte minutos, suficiente para dormirte de manera irremediable con la cabeza apoyada en el vidrio sucio.
Llegamos al centro de la ciudad y caminamos bajo la lluvia, protegidas por nuestras sombrillas, unas cuantas cuadras hasta llegar a la Tienda La Gloria.  Subimos a pie hasta el tercer piso y ahí nos eperan unas largas mesas altas  llenas de revistas gordas y coloridas: Los catálogos de Burda y JcPenney.  Mamá me pide que escoja el vestido que quiero para mi cumpleaños.  Paso lo que para mi fueron horas, viendo los diferentes modelos, colores, estilos... pienso en cómo me gustaría verme más que en mi figura chiquita y gordita.... Al fin, escojo un vestido y mamá le pide a la muchacha el patrón correspondiente.  Salgo sonriendo con aquel sobre bien  apretado contra mi pecho, que lleva en su interior las piezas dibujadas en papel transparente, de lo que será mi vestido de cumpleaños... pasamos luego a la tienda Mil Colores a  comprar la tela, y de regreso a Heredia, pasamos a la Herco a comprar los hilos, los botones y otros accesorios necesarios.
Pasarán todavía unas cuantas semanas antes de que yo tenga mi vestido. Mi mamá, cada tarde, de regreso del trabajo, se sienta frente a la máquina de coser mientras yo la observo con mis ojos miopes y me deleito con el olor de la tela nueva, el ruido de la máquina mientras ella pisa el pedal y guía entre sus manos la tela que se desliza pasando por la aguja que sube y baja.  Pasarán también dos o tres horribles sesiones de ajustes:  subirse en la silla de madera y probarse el vestido a medio hacer y lleno de alfileres por todos lados:  "Estése quedita, no se mueva que se va a clavar los alfileres".
Al fin, llega el día y yo luzco mi vestido nuevo, hecho por mi mamá y estrenado el día de mi cumpleaños... Y me doy cuenta ahora que eso está muy lejos, muy lejos en el tiempo.  Ya no se cose en casa, ya no hay patrones, ya no hay que esperar la confección... ufff claro, es el tiempo inexorable.  Ustedes se acuerdan?

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