Eduardo se ha ido hace ya más de un mes.
Es ahora una situacion incómoda, la lejanía, la distancia, la soledad.
Hemos tenido altos y bajos -bastante más bajos que altos- a decir verdad, y lo único que nos consuela es saber que es temporal.
Eso mismo me dijo Nuria en la oficina esta semana: "No estés triste. Al menos vos sabés que lo volverás a ver". Ella quedó viuda hace poco más de un año.
Copio el ultimo poema que le he escrito:
Hoy hace calor.
Un calor húmedo, pegajoso, derretido en gotitas sobre la piel cansada.
Hoy hace calor hasta para hablar. Se deshace el "te quiero" entre los labios y se confunde con las lágrimas que ruedan calientes por las mejillas encendidas.
Hoy no puedo decirte que te extraño. Porque los ojos duelen ante la luz intensa del sol implacable y no me dejan ni siquiera percibir el fantasma de tu ausencia, que se desdibuja entre los vahos que suben desde la calle húmeda del barrio.
No estás aquí. Eso está claro. Si estuvieras aquí reconocería el olor de tu piel sudorosa a mi lado, tu invitación al beso fresco bajo la ducha, tu pelo chorreando sobre mis mejillas.
Si estuvieras aquí, tomarías mi mano para contemplar el jardín que regaríamos juntos. Si estuvieras aquí, juntos espantaríamos el sopor estrellando los zancudos contra las paredes, en una fiesta de risas y zapatos.
Si estuvieras aquí el calor sería una ceremonia...
Si estuvieras aquí, no importaría ni el calor, ni el sopor, ni el cansancio, ni los problemas.
Si estuvieras, no habría calor,
Ni lágrimas.
Las costumbres que habíamos desarrollado en la casaa van cambiando. Se ha vendido el carro, hemos cambiado los platillos que solíamos comer. Las largas horas de trabajo frente a la computadora, son ahora huecos llenos de una soledad inmensa. Nadie para comentar las noticias del día, nadie para pensar en voz alta o solamente para saber que hay alguien trabajando a tu lado, aunque no se hable.
Las chicas lo extrañan en cosas más prácticas que yo: les hace falta su gusto por la cocina, su manía de ordenar las cosas, su "estar pendiente".
Ni modo. Ya volveremos a ser una familia otra vez.
Por ahora, me mantiene ocupada y preocupada la alergia de Rebeca. La ha atacado con furia y es desesperante. No hay médico ni medicina que logre dar fin a la crisis, que ya no es crisis sino permanente. Hoy por la tarde, la ha visto el inmunólogo. Y después de hacerle un análisis detallado le ha dicho: "Hagamos un trato: yo te pido que me regalés cuatro meses sin piercings.
Después de esos cuatro meses, vos decidirás si te los volvés a poner".
Parece que el último que se hizo en la lengua emana niquel que es sumamente tóxico. Bueno, ya veremos si acepta el reto y si el médico tiene razón. Salió del consultorio furiosa. No supe si consigo misma, con el médico, con la alergia o con la situación.
Bendita adolescencia. Ya pasará y también la extrañaremos.
viernes, abril 08, 2005
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