En la parte izquierda de mi blog, un poco abajo deliberadamente, está la lista de algunos blogs escritos por gente que también ha sido víctima de cáncer. Cada cierto tiempo, me doy una vuelta por esos blogs y descubro que algunos, como yo, salieron airosos de la batalla e intentan, tambien como yo, volver a hacer una vida normal, olvidarse del cáncer, darle importancia a las cosas que realmente la tienen y enfrentar cada circunstancia con una sensibilidad renovada por las necesidades de las personas.
Otros, desgraciadamente, han tenido recaídas, segundos o terceros episodios de cáncer, que enfrentan con una valentía que me sobrepasa, que habla de su coraje, de su bondad. Estos creo que sin advertirlo, empiezan a utilizar un lenguaje al que le tengo mucho miedo: marcadores, petscans, nuevos medicamentos, anticuerpos monoclonales... palabras que reflejan que sus cuerpos están siendo bombardeados de tratamientos en una batalla de la ciencia contra la enfermedad. Aún inmersos en esos procesos estudian, crían a sus hijos, trabajan o se dedican a crear cosas con sus manos para regalar a los suyos en actos de amor de todos los días.
Sin embargo, algunos de estos blogs ya no existen. O existen pero no están actualizados simplemente porque sus autores murieron. En algunos casos los comentarios de los visitantes te dejan claro que la persona ya no está... en otros casos, el último post del blog es lo que queda como testimonio de sus últimos sentimientos compartidos. Nos enseñan que la muerte es parte de la vida.
A veces pienso en borrarlos, pero no lo hago. La lista seguirá ahí para que todos la vean.
Somos una comunidad singular las personas con cáncer. Hay mucho amor en cada uno de esos blogs y en la vida de los que los escriben. También son testimonio de lo que sufren quienes acompañan a los enfermos en el camino: madres, esposos, hijos, amigos solidarios, colegas de trabajo. Los demás -me refiero a las personas que no se ven afectadas por el cancer- deberían aprender a disfrutar de las cosas simples sin tener que vivir esta lección. Y aprender a reír más. A lastimar menos. A ser compasivos. A amar más, simplemente.
Dar gracias por tener la vida, por disfrutarla, y sonreir.