lunes, febrero 20, 2006

Mis cinco minutos de gloria!!

En un ejercicio literario, hemos decidido -mis amigos y yo- escribir sobre los cinco minutos de gloria de cada uno. Ellos hablan de los cinco minutos de gloria como si necesariamente tuviesen que estar juntos. En mi caso no ha ocurrido así. Han sido muchos minutos separados. Algunos por muchos años y en circunstancias muy, pero muy distintas, otros se parecen, o me los he hecho parecer…
Les cuento:
Mi primer amor: Diciembre 1975, Gimnasio del Liceo de Heredia, Festival Intercolegial de la Canción….
Él cantaba la canción ganadora del Festival. Su pelo lacio y negro caía sobre sus pícaros ojos mientras sus morenas manos sostenían temblando, el micrófono. Éramos novios desde hacía tres meses. Las graderías estaban abarrotadas. Muchachos y muchachas de todos los colegios de la provincia, gritaban, mientras las luces de colores se movían iluminando la densa nube del humo de los cigarrillos. Mientras su hermosa voz vibraba en los altoparlantes entonando un bolero romántico, sus ojos me buscaban entre el público. Yo me levanté... era la única de pie... mientras la luz blanca nos enfocaba, primero a él cantando, cantándome... luego a mí, sonriendo, sonriéndole y amándole...
Segundo minuto de gloria: Noviembre, 1988, Hospital de Heredia, Sala de Maternidad…
Había decidido no gritar. Para qué? Caminé despacio por los pasillos durante horas. No sé cuántas, sólo sé que los dolores arreciaban. En mi recorrido, vi una adolescente perdiendo el control, vi una mujer delgadita tirada en el suelo, vi muchas mujeres... cada una viviendo su parto a su manera… Y yo metida en el mío… ¿Cómo sería la criatura de mi vientre? ¿Sería un varón alto y moreno como su padre? ¿Sería una niña gordita y blanca como yo? Los dolores me hacían cerrar los ojos y repetir, primero en baja voz la cancioncita que mi madre me había enseñado: "Vamos a remar en un botecito, rápido, rápido, rápido, rápido, en un botecito" . Si fuese un varón –pensaba- le enseñaría a ser lo suficientemente fuerte para que pudiera llorar. Si fuese una niña, sería mi mejor amiga para toda la vida. "Vamos a remar, en un botecito…". La canción iba subiendo de volumen en mi voz, de manera involuntaria, mientras recostada en una pared, sentía los espasmos cada vez más fuertes.
"Vamos a remar" Me condujeron, un poco débil creo, porque no lo recuerdo bien, a la sala de partos. "…en un botecito", me oía cantar… Me subí en la silla de partos, y escuché la voz de la doctora que decía: "Pero si esta no está lista! Es primeriza y sólo tiene nueve de dilatación". A la siguiente contracción, impulsé la salida de mi hija con toda la fuerza posible, mientras cantaba: rápido, rápido, rápido, rápido… en un botecito. No era un varón moreno, ni una niña blanca. Era una morena que no esperaba y era preciosa!! Y la invité a remar rápido, en ese mismo instante, juntas las dos, por el río de la vida.
Tercer minuto de gloria. Octubre 1990, Hospital de Heredia, Sala de Maternidad…
Otra vez ahí… Sabiendo ya, gracias a los adelantos médicos, que tendría otra niña… Y nuevamente con ganas de verla. ¿Cómo será? Si la otra fue mi morena, esta será mi blanquita, con colochos dorados o hasta pelirroja, que ya había algunos en la familia. ¿Tendría mis ojos verdes? Esta vez, todo era diferente, no habían dolores… habría que provocar el parto por una súbita e irregular presión alta. La manguerita en la vena, impulsaba el suero, que en realidad no me hacía sentir ninguna contracción. "Es inútil" –dijo la enfermera-. "Es como tratar de sacar pasta de dientes con la tapa puesta. Nacerá cuando a ella le de la gana". Y le dio la gana doce horas después… A su gusto, a su aire… Y cuando me la entregaron… Mis ojos sorprendidos miraron el mismo rostro que habían mirado dos años atrás!! "Pero, si es la misma! Esta ya la parí!" Se parecían como dos gotas de agua… Esta vez, más experimentada y menos cansada, hice mi juramento de amor eterno, mientras nos duchábamos juntas a las pocas horas de nacida: Tendría una mamá y una hermana que la amarían siempre.
Cuarto Minuto… Enero 2000. En el ciber espacio…
El decidió que lo mejor era que nos casáramos… Después del brutal divorcio, no tenía yo ni la fuerza ni la confianza suficiente.
Puse condiciones. Muchas, me lo parece ahora: "Debés aceptar que yo no soy una, soy tres, Y si querés conquistar a una, tendrás que conquistarlas a todas. También tenés que tener claro que las hijas son lo más importante en mi vida. Nunca me pongàs en la condición de escoger entre vos y mis hijas, porque saldrás perdiendo. Y por último, puedo soportar dos matrimonios, eso no es problema, pero nunca podré soportar dos divorcios. Son brutales. Me volvería loca. Así que si nos casamos, esta vez tendrá que ser para siempre".
Su respuesta lo resolvió todo: "Quien quiere la vaca, quiere los terneros."
El quinto… Octubre 2004. El punto final
He puesto la última frase de mi primera novela. Probablemente no la lea nadie. Probablemente sea solo para mí. Pero era una tarea pendiente. Y está terminada. Tal vez dentro de poco ya no me guste tanto, por ahora me gusta y es lo que importa. Me siento orgullosa y segura. Leo otra vez la frase final: "Un infarto"… contestó ella. Se levantó despacio, abrió su ropero, sacó la foto amarillenta del hombre que la había abandonado, y mientras lo miraba, añadió: "un infarto… ¿Tenía corazón ese hombre?".
Me gusta y sonrío. Para mi misma. Para quienes han estado cerca de mis escritos.